La muerte es la única aventura que no puede ser escrita ni relatada.
La muerte es la incertidumbre de los vivos y el descanso eterno de los que parten.
La muerte es deseada por unos y temida por aquellos que se creen inmortales.
La muerte debe ser tratada como una compañera inseparable, ya que cualquier momento partiremos junto a ella, y, si no le tememos emprenderemos ese viaje desconocido sin temor alguno.
La muerte no conoce de razas, condición social, edad ni sexo, es igual con todos los humanos, a veces cruel y a veces piadosa.
Llegar a ser anciano, es sentir la evidencia de aceptar la muerte como una parte inseparable de la misma vida.
Morir es tan simple como dejar atrás todo lo vivido.
Morir, es partir a otra dimensión, que si bien es desconocida para el hombre es la liberación para los que la claman.
La muerte esta a veces fuera de nuestras manos, las enfermedades en nuestro tiempo han sido alargadas hasta cronificarlas, gracias a la “ciencia”, ahora los seres humanos pasan eternamente enfermos con un síndrome interminable de dolencia, pero siempre con el remoto deseo de poder morir en paz.
La muerte produce miedo, pero es importante no apegarse a la vida para poder afrentar en tranquilidad su llegada.
A veces siento que me voy muriendo poco a poco, me voy muriendo con la muerte de mis padres, de mi hijo, de mis parientes y de mis grandes amigos.
¿Porque temerle a la muerte, si es ella, con su lúgubre sombra nos abre las puertas de la luz?
No podemos elegir cuando o como vamos a morir. Lo que sí podemos es decidir como vamos a vivir.
No puede existir la vida sin que exista la muerte.
La vida es la aventura más apasionante hacia la muerte.
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